domingo, 4 de diciembre de 2011

ÁNGELES


Ella ya había muerto cuando yo nací, sin embargo puedo afirmar que la conozco; mi padre, quien ahora la acompaña, se encargo de transmitirme todas sus ideas y palabras.
A lo largo de mi vida, la imagen de mi bisabuela estuvo conmigo, aprendí a quererla, a apoyarme en ella y la convertí en mi ángel guardián.
Yo, siempre di por hecho la compañía de mi padre, aun después de muerto, de ella y recurrí a su consejo y a su ayuda en más de una ocasión, escuchando su respuesta en la pronta solución a mis problemas.
Hoy, esta noche, me reuniré con ellos; la edad ya no me permite continuar, hice todo lo que desee, vi crecer a mis hijos, amé a mis nietos y continúe con el legado de mis viejos.
Es por eso que no me duele dejarlos aunque, constantemente, me vienen a la mente las últimas palabras de mi padre: “Siempre vamos a estar junto a ti”, mismas que salieron de mi boca, hace algunos minutos, cuando me despedí de mi nieto mayor.
Me relajo, hago recuento de lo vivido y doy gracias por lo vivido, solo queda algo por hacer, una promesa por cumplir, sin embargo, la vida se me escapa.
Puedo sentir  como me cierra los párpados, sus labios al besarme en la frente despidiéndose de mí, por fin he muerto, extrañamente no lo siento así.
Y luego, el trayecto a la funeraria, los sollozos de mi familia, el frio de la plancha de metal donde me embalsaman, el ataúd, la espera.
Alcanzo a escuchar al sacerdote, dando un falso discurso moralista, familiares hipócritas lamentarse y sé perfectamente que ese primer puñado de tierra  que cae sobre la caja fue lanzado por mi nieto, poco a poco quedaré sepultado.
Ya no se oye nada, todo está muy obscuro, el cojín de esta caja es incomodo y el olor no es agradable, creo que es mejor si intento descansar, como me corresponde.
No puedo precisar el tiempo que ha transcurrido de mi estancia en este lugar, pero sí el darme cuenta de que algo está pasando allá afuera…
Alguien pretende desenterrarme.
El sonido de la tierra al removerse y caer a un lado de la tumba, es como si oyera granizar a través de un cartón, pero… no se escuchan golpes de metal, ni voces ni susurros dando indicaciones.
Ya se encuentra encima del cajón, bota los seguros, levanta la tapa, la luz es muy brillante, sólo alcanzo a sentir una mano que me toma del hombro y me levanta en vilo.
No estoy asustado, creo que siempre supe que esto iba a suceder.
Su piel es blanco azulosa, son fuertes, lo sé por la forma en que me sacaron de la tumba, me explican que ahora soy uno de ellos, que podré cumplir mis últimas palabras, que siempre podré velar por mi gente, que nunca estarán solos.
El más cercano me abraza mientras que la otra figura mueve la cabeza, aprobando la acción; sé quienes son.
Es hora de irnos, tenemos una promesa  que cumplir...
Somos ángeles.



Y hoy, en memoriam, a 18 años de su fallecimiento...

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