Los árboles del otoño.
Hay árboles que guardan silencio y otros que hablan de más, pero los míos solo lo hacen cuando deben, nunca de más, nunca de menos; por esos son mis árboles.
Les da por hacer conclaves, donde cambian sus colores y sus aves, se llenan de vida y de muerte, moviendo sus rostros al hacerlo, pero hay una época del año en la que tocan a mi ventana, invitándome a entrar en ellos.
Se llenan de naranja y café, extendiendo sus voces a la tierra en un canto arcanocólico, me arrullan en mis noches de insomnio y me despiertan en mis días mortales; es entonces cuando me abren sus puertas de corteza.
Me abro camino en su interior, rodeado de círculos anuales que terminan en el mañana, me sonríen los muertos del pasado, esperando su nocturno regreso a la vida.
Durante mi trayecto puedo sentir como mis fantasmas huyen, todos los traumas y rémoras mentales se disuelven para desnudarme, dejando sólo aquello con lo que los Creadores me dotaron.
Pequeñas luces van apareciendo en los muros, ahora me doy cuenta que no estoy solo, junto a mi hay una mujer; su cuerpo y su rostro me son familiares, como si los hubiese explorado antes.
Su profuso cabello negro flota en el aire, sus ojos se vuelven vivos, su piel antes morena se torna pálida. No somos, ya, los únicos, hay cinco figuras más y vuelvo a tener miedo. Ella, al verme temeroso, me abraza y seca mis lágrimas, ahora sé quién es….no es de este mundo.
Un fuego fatuo se atraviesa entre nosotros y nos abre un gran salón de piedra, de las paredes cuelgan siete lienzos, nada más… ya he estado aquí, ahora sé porque vine, porqué los árboles me eligieron, algo nuevo está por comenzar y seremos testigos de ello, baja, sobre mí, una mortaja..
Los árboles guardan silencio, sueñan con tiempos ancestrales, su corteza se cierra en blanco, las hojas reptan hacia dentro de la tierra, no hay aves y el gris se funde con el cielo.
El cónclave ha terminado…
¡Bravo!
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